Por Robert Vargas
Domingo Batista salió de la oficina en el local municipal del PRD. Sonreía. Un grupo de activistas de su organización le rodeó de inmediato.
Conversó con ellos brevemente, Hubo risas.
BaTista avanzó talvez tres o cuatro pasos hasta cruzar por el lugar que convertimos en "sala de redacción" de Ciudad Oriental.
Nos miró. Se le veía tranquilo. Extremadamente tranquilo. No había en su rostro ni una sola seña de preocupación.
Era el rostro del triunfo.
-"Domingo, ¿Cómo se siente?", le preguntó Ciudad Oriental.
-"Estoy contento", respondió sin titubear.
-"¿Porqué?"
-"Por que Hipólito ganó", dijo más sonriente aún.
Cuando lo dijo, aún no había sido emitido ningún boletín.
Eran las 7:50 Pm del domingo.
Como Domingo Batista, todos los dirigentes perredeístas seguidores de Hipólito en Santo Domingo Este estaban contentos.
Rafelín Castillo, un dirigente del PRD en el barrio Puerto Rico, gritó:
-"¡Están sobaos!".
Ninguno de Miguel Vargas estaba presente para responder.
No estaban presentes en el local municipal donde llegaban las actas de votación desde todos los centros.
La tendencia, no oficial, era de que Hipólito Mejía, al menos en Santo Domingo Este, era que el expresidente se encaminaba hacia un triunfo fácil.
Al menos, así lo admitieron dirigentes del miguelismo.
Lo que ocurría en otra parte del país, era otra cosa.
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