miércoles, 23 de junio de 2010

El sueño de Luisito


P. Andrés Hernández

Era un niño muy talentoso, hábil, entusiasta, no había cosas que Luisito se propusiera hacer que no lograra hacerlo, si se trataba de pintar era excelente, lo que pintaba, si se trataba de cantar tenía una voz armoniosa y dulce.

Si se trataba de estudiar y de captar lo que leía era incomparable su inteligencia, podríamos decir que era una persona perfecta en todos los sentidos, excepto por su negativa a ayudar y a poner al servicio de otros sus cualidades y virtudes.


Cuando se trataba de ayudar a otros nunca se ofrecía para hacerlo, podríamos decir que todos sus talentos eran sólo para él y nunca para ponerlo al servicio de otros, sus profesores habían hecho todo lo que podían para ver si lograban que Luisito superara esa negatividad para con los demás, hasta el sacerdote había tratado de hacer cambiar de actitud aquel muchacho talentoso.

Un buen día Luisito amaneció con una extraña calentura en su cuerpo y su temperatura subió tanto que parecía que se quemaba de las fiebres. Los médicos no lograban controlar la fiebre de aquel niño.

Luisito comenzó a delirar y mientras deliraba soñó que era un hermoso pan que se cocía a fuego lento en un horno dorado, era un pan tan hermoso que agradaba a la vista de cualquiera persona que lo viera.

Olía tan agradable que el panadero acercaba su rostro y de deleitaba con aquel aroma a pan fresco, los hijos del panadero miraban aquel pan y se le aguaba la boca por comerlo y no faltaba quien quisiera pellizcar aquel pan para probarlo a lo que el panadero decía: no me manoseen el pan que será para la cena.

Los niños con mucho entusiasmo se lamían los labios y uno decía: lo quiero con mermelada, otro dijo: el mío con chocolate, otro dijo: el mío con mantequilla, una vez que sacaron el pan lo dejaron sobre la mesa para que se enfriara.

En todo esto, Luisito seguía soñando y sentía todo como si fuera real, por eso cuando lo dejaron sólo, aprovechó para esconderse diciendo para sí: no voy a dejar que me coman y buscó un lugar seguro para esconderse.

Cuando llegó la hora de la cena todos se acusaban uno al otro diciendo búscalo que tu lo tiene y así empezaron a buscar a Luisito hecho pan en su sueño, Luisito se cambiaba de lugar y así pudo evadir todas las oportunidades de ser visto.
Los días pasaron y aquel pan empezó a ponerse viejo y duro, poco a poco le fue saliendo moho hasta que finalmente lo encontraron y el panadero solo atinó a decir bótenlo al zafacón que ya no sirve para nada.

Luisito despertó muy angustiado y asustado, sudaba tan copiosamente que la cama se mojaba, al abrir los ojos se dio cuenta que aquello era sólo un sueño, pero algo le decía en su interior que aquello era más que sueño.

Luisito decidió cambiar su actitud y poner al servicio de los demás todos esos talentos que la naturaleza le había regalado.

Así son las cosas de la vida, a veces poseemos cualidades y talentos que Dios ha puesto en nuestra vida, talentos que deben ser puestos al servicio de los demás como el pan que no se dejó comer que al no dejarse comer no cumplió su finalidad y su razón de ser así también si nosotros no ponemos al servicio de otros nuestros talentos se pierden y luego no sirven más que para llevarlos a la tumba, pongamos al servicio de los demás las cualidades que Dios ha puesto en nosotros.
Señor Jesús tu que pusiste al servicio de toda la humanidad tus cualidades buenas, danos a nosotros la generosidad de compartir y poner al servicio nuestros talentos.
Les bendice P. Andrés Hernández C.


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