Por: P. Andrés Hernández C.
Era una hermosa noche clara, la luna parecía sonreír en el cielo, las estrellas parecían espectadores de aquel grandioso juego de pelota, las luces del estadio brillaban con intensidad, el estadio estaba abarrotado de gente, todos estaban tensos y silenciosos, se jugaba lo que podía ser el último juego de aquella serie final que estaba empatada en cuatro y cuatro, el juego llegaba a su etapa final, tres bolas y dos estrales, dos aut, último inning, el piche lanza una bola por el mismo centro del plato y el bateador le hace swing logrando colocar una excelente línea entre segunda y tercera, los dos jugadores se miraron uno al otro y ninguno hizo nada para atraparla, le dieron doble al batazo, los dos jugadores de tercera y el sior discutían acaloradamente culpándose uno al otro y ambos en sus adentro decidieron no cooperar más, el corredor amenaza con robarse la tercera base, el piche se vira sorprendiéndolo a media calle, pero que gran sorpresa para todos, el tercera base se cruzó de brazos y la bola fue a parar al Dogaut del equipo contrario, anotándose una carrera que al final definió aquel interesante partido.
Así son las cosas cuando nos dejamos llevar de nuestros impulsos y actuamos de un modo irreflexivo, actuar de manera individual cuando estamos llamados a actuar en equipo, no trae nada bueno para la colectividad, por esta misma razón se han perdido muchos esfuerzos y dinero, se derrumba la mejor compañía y a veces hasta la economía de una nación, actuemos siempre con comedimiento, trabajemos en equipo para que la carga se haga ligera, para que la meta de la colectividad se pueda lograr, valoremos el trabajo en equipo y pongamos cada uno nuestro granito de arena por el bien de la sociedad.
Santísima Trinidad que eres modelo de comunidad y de trabajo ayúdanos a fomentar siempre el trabajo en equipo para ayudar a la sociedad.
Les bendice P. Andrés Hernández C.
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