jueves, 20 de mayo de 2010

Si damos de corazón, recibimos más


P. Andrés Hernández

Era un día soleado y caluroso, el sol caía implacable sobre el rostro de aquel anciano que caminaba lentamente, con el rostro bañado en sudor, sus pasos lentos marcaban el cansancio de los años, su ojos apenas miraban por donde pisaban sus pies.

Sus manos se alargaban ansiosamente cada vez que se topaba con alguien en su camino, a pesar de su esfuerzo no había logrado juntar ni siquiera con que comprar un pedazo de pan para calmar el hambre que sentía llegar cada vez con mayor intensidad cuando sus tripas se agitaban en su vientre vacío.
De pronto Remigio ve acercarse una limosina, agarró con fuerzas su pequeño macuto donde guardaba las pocas pertenencias que poseía, de aquella limosina bajó un hombre con aspecto de ser un gran Señor, Remigio instintivamente extendió el brazo para recibir alguna limosna.
Que grande su sorpresa cuando escucho decir: ‘’ yo soy el Rey y tiene que darme algo’’, No tengo nada que darte decía Remigio y el Rey insistía tiene que darme algo, Remigio tembloroso entró la mano en su bolsillo y sacó un grano de habichuela y tembloroso le dijo: Es lo único que tengo.
El Rey dijo acepto tu grano de habichuela y luego dijo: en premio a tu generosidad te regalo un lingote de oro, a Remigio le brillaron los ojos y rápidamente metió la mano en su macuto y sacó un puñado de habichuela y la ofreció al Rey. El Rey le dijo no puedo aceptarlas porque la primera salió del corazón y estas por el oro que te ofrecí.
Remigio representa a cada uno de nosotros que nos vemos golpeado por los afanes de la vida, arrastrando nuestras miserias humanas que no necesariamente tiene que ser económicas, el Rey representa a Dios que sale a nuestro paso y nos pide cada día un gesto de generosidad y de desprendimiento.

Él está dispuesto a darnos el ciento por uno, pero sólo acepta nuestro desprendimiento cuando sale del corazón, cuando damos con un interés de beneficio personal, Dios no acepta nuestro desprendimiento.

Señor Jesús tu que fuiste capaz de ofrecer tu vida por nosotros, danos un corazón sensible y dispuesto al desprendimiento.

Les bendice P. Andrés Hernández C.






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