miércoles, 26 de mayo de 2010

Las personas necesitan de otros


Era la década de los 50, vivía en una comunidad sencilla y pobre, pero rica en su naturaleza y en sus gentes, aquel barrio estaba colocado en un pequeño valle desde donde se veía como en un ensueño los bellos atardeceres del verano, la gente de Villa Plata se caracterizaban por ser acogedores, solidarios, lo de uno era de todos, se podía dormir con las puertas abiertas porque allí no había ningún tipo de delincuencia.

Los niños correteaban y jugaban en perfecta armonía, los vecinos se intercambiaban de la comida que preparaban diariamente, sólo Anacleta desentonaba en aquel ambiente de tanta paz y armonía. Era una mujer de aspecto atlético, con rostro duro donde los años iban dejando sus huellas, jamás le sonreía a nadie.


Se levantaba muy de mañana a cargar agua para suplirse del preciado líquido y aunque le ofrecieran ayuda no la aceptaba, a cada persona que se encontrar a su paso miraba con actitud retadora y casi siempre había que cederle el paso, nunca contestaba un saludo a nadie, ni visitaba a nadie.

A pesar de su mal carácter la gente siempre buscaba un acercamiento con ella, y ella se mostraba cada vez más encerrada en sí misma y más indiferente con sus vecinos, habían pasado dos días y nadie había visto a Anacleta por ningún lado y los vecinos empezaron a inquietarse, Luisito se atrevió a acercar sus oídos a las tablas de la humilde casa donde vivía tan odiosa señora, levemente se pudo escuchar unos gemidos que provenían del interior de la casa.

Después de llamar varias veces y no recibir respuesta decidieron entrar a la fuerza y encontraron a Anacleta en un charco de sangre, rápidamente trajeron una litera y salieron con ella al hospital más cercano, después de más de una hora los médicos lograron estabilizarla, hubo que darle varios puntos en la herida que tenía en su cabeza y enyesarle una pierna y su brazo derecho.

Los vecinos entraban y salían de aquella casa velando de que no le faltara nada, desde entonces Anacleta cambio de actitud y cambio su forma ruda y agresiva por una forma amable y alegre. Que triste vivir la vida como la vivía Anacleta antes de su caída y que bueno poder contar con la colaboración de los vecinos.

Hay personas que pretenden vivir la vida como la re mala siendo indiferentes con todos, pero realmente el ser humano no fue diseñado por Dios para vivir solo, necesitamos de los demás necesitamos de la colaboración de los otros para realizarnos como persona.

A veces Dios permite situaciones difíciles en nuestras vidas, para darnos la oportunidad de crecer y de cambiar, pidámosle al Señor que nos dé discernimiento y ojos de fe, para aprender de nuestros errores y poder cambiar de actitud.
Les bendice P. Andrés Hernández C.




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