Por: P. Andrés Hernández
Era un hombre bueno, muy trabajador, con una mirada limpia, siempre alegre y sonriente, su vida era sólo trabajar, no tenía que ver su estado de ánimo, con salud o con enfermedad siempre se levantaba bien de mañana para ir a su trabajo.
Rosanna su novia, una muchacha esbelta con ojos de miel y una extraordinaria hermosura, desde que empezaba a oscurecer estaba de puerta en puerta esperando a Roberto que siempre se aparecía con algún regalito para ella, todo estaba preparado para la boda que sería realizada en unos días.
Se veían tan enamorados que parecían la pareja ideal, llegó el día tan esperado por todos y Rosanna y Roberto unieron su vida para siempre delante del sacerdote de la única Iglesia que había en el pueblo.
A Rosanna se le empezó a abultar el vientre, pronto empezó a aflorar lo que tanto deseaban para poner el toque de alegría que faltaba a aquella pareja tan dichosa y llena de amor, Rosanna estaba esperando un hijo, Roberto empezó a prepararse para recibir su tan deseado hijo.
Al cabo de unos meses Roberto empezó a frecuentar un colmadón donde trabajaba una chica que todos conocían con el apodo de la morena, Roberto miraba la morena de arriba hacia abajo una y otra vez, ella le coqueteaba provocando en él la más fuerte pasión que ningún hombre pudiera sentir por una mujer.
Roberto no podía arrancarse aquella mujer de su pensamiento, bebía y bebía con deseo de apagar aquella pasión que quemaba todo su cuerpo, todos los días frecuentaba aquel lugar y bebía hasta quedar bien borracho y mareado.
Poco a poco fue perdiendo la voluntad y se fue dejando dominar por aquella pasión por el alcohol, cuando regresaba a casa siempre sucedía lo mismo, estrellaba todo a su paso y maltrataba a Rosanna que sólo e indefensa, sólo lloraba sin parar.
Un día al venir Roberto de su borrachera se topó con una nota que decía adiós para siempre. Era Rosanna que había decidido dejarlo para siempre, aquello hundió a Roberto en su problema y pronto ya no hacía otra cosa que no fuera beber y emborracharse hasta perder el conocimiento.
Esta historia de Roberto se repite una y otra vez en tantos hogares de nuestra sociedad en la que cada día se van perdiendo tantas personas y tantos matrimonios quedan totalmente destruidos. Cuando nos dejamos dominar de las pasiones se pierde la dignidad, se pierde la vergüenza, la familia y en el peor de los casos hasta la vida.
Es difícil salir de una esclavitud como esta, pero no imposible, el Señor ha venido a liberar todo lo que estaba perdido por lo que si te siente perdido por el alcohol o por cualquier otro tipo de vicio acude a Jesucristo y el te dará la fuerza necesaria para superar cualquier tipo de situación que pueda estar ocurriendo en tu vida, además existen instituciones y personas a las que podemos acudir para busca la fuerza que necesitamos para vencer.
Para ser alcohólico no se necesita estar borracho o beber todos los días basta con que la bebida te esté causando problema ya sea con tu pareja, con tu trabajo o con tus amigos, no tengas miedo atrévete a salir en busca de tu liberación, El Señor ha dicho ‘’vengan a mí los que se sientan cansados y agobiados que yo los aliviaré’’ (Mt 11, 28), no siga cargando sólo con tu situación, acepta la ayuda que te ofrece el Señor.
Señor Jesús, tú que no te escandaliza de nuestras debilidades danos la fuerza que necesitamos para vencer nuestras debilidades, sal al encuentro de tantos hijos tuyos que se pierden en el alcohol.
Les bendice P. Andrés Hernández C.
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